Los anfibios ya danzaban
de aquella sirena al son
mientras allá en la ambulancia
fenecía Robinsón.
Después de perder la vida
cruzó por raros portales
de una extraña dimensión
sin dolor, odio, ni males
Entró en una habitación
en la que le fue informado
que esperara a las três juezas
en una hamaca sentado.
Las juezas eran batracias
una fea y dos bien guapas
lucían joyas y coronas
también vestidos y capas.
Con poder sobremanera
sobre el reino de las ranas
discutían día y noche
las reformas cartesianas.
Robinsón no fue juzgado
se sintió bien junto a ellas
y pasó la muerte entera
contando noches y estrellas.
- Sacado de una visita a Júpiter
en la que morí y volví a la vida...,
¿vida? -
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